miércoles, 22 de agosto de 2012

Only in Spain

Qué bien encaja ese pelo blanco con ese fajo...

El otro día sucedió algo que me hizo pensar mucho. Entraba al edificio de oficinas donde tengo la mía y dos personas mayores estaban en la puerta esperando para entrar. Querían ir a la oficina 8 pero no conseguían leer los números del telefonillo, que para albergar los 37 timbres de las 37 oficinas había tenido sacrificar el tamaño de los números.

Yo les abrí la puerta y los dejé pasar. Las escaleras que te reciben antes de poder alcanzar el ascensor (y que hacen dudar de la inteligencia del arquitecto) y el paso inseguro de la pareja, ella agarrada al pasamanos, él a ella y a su bastón, me permitieron contemplarlos detenidamente.

Él llevaba zapatillas de casa; de esas zapatillas que podrían contar su propia historia y mostrar numerosas cicatrices de guerra al tiempo. Sus pantalones y su jersey, de lana y sin duda calcetado por unas manos jóvenes pertenecientes en su día a la mujer que lo acompañaba, habían escuchado la historia de las zapatillas numerosas ocasiones ya.

La mujer iba algo mejor vestida. Con el tipo de atuendo que la anciana española pone cuando tiene una cita con el médico, con un abogado, con el Señor (en misa) o con la muerte (en un funeral, el propio o no).

Sus atuendos me hicieron imaginarme la discusión antes de salir ("¿Pero vas a ir asi, Manolo?", "¿Y luego? ¿Tengo que ponerme guapo para ver a ese señorito?", Pero vamos al centro y nos pueden ver", "¿Quién nos va a ver?", "Pero...", "Venga, vamos, y no me rompas la cabeza...") y pensar que su residencia habitual debía encontrarse en alguna de las aldeas de los alrededores. Esto ultimo lo pude deducir sobre todo del conjunto de hierbas secas enganchadas a su histórico jersey.


Cuando llegaron a la primera planta, les dije que era por el pasillo de la izquierda y tomaron con paso vacilante el de la derecha. Me quedé pensativo; primero pensé "¿A dónde van?". Pero pronto rectificaron y yo seguí mi camino a la tercera planta pensando "¿Qué hace una pareja así en un sitio como éste?".

Pero la respuesta me pareció obvia al instante: ver a su abogado o asesor. Al principio me chocó pensar que unas personas así, mayores, poco doctas y con capacidades ya más bien limitadas, pudiesen necesitar un asesor (abogados en aquel pasillo creo que no hay, pero asesores sí). Pero entonces me di cuenta: ¿Quiénes se pueden permitir en España tener propiedades? La gente mayor. Llámale mayor al señor en zapatillas de casa roídas o al hombre de 50 años recién divorciado. Pero precisamente en este país quien no suele necesitar un asesor es la persona joven. Esa persona joven que malvive de alquiler haciendo uso del 120% de su sueldo y acabará seguramente regresando a la casa de sus padres cuando las cosas se tuerzan.

Lo curioso es que eso, que ya hasta casi nos parece normal aquí, es inaudito en casi cualquier otro lugar del mundo. Conozco gente de mi edad y más joven de diversos países asiáticos, sudamericanos y de Europa del este que trabajan las horas que hagan falta al día para seguir adelante Y mantener a sus padres, hermanos y abuelos. En todos los países que puedo pensar el joven es el sustento de la familia y los mayores son los que disfrutan los frutos de su esfuerzo educando a sus hijos, sea pagándole los estudios o enseñándoles a tener siempre presentes sus valores o principios.

Toda esta gente se queda sin palabras al escuchar que la gente joven en España vive con sus padres a los 30 o regresa a casa en la ruina y sus padres les mantienen; que no es ya que los jóvenes no tengan que esforzarse para comprarle una vivienda mejor a sus padres, es que esos jóvenes jamás podrán permitirse una vivienda del tamaño que la que sus padres compraron en su momento en menos tiempo.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación? ¿Porque en España no hay cultura? No, todos somos licenciados; de hecho a menos estudios, más posibilidades de encontrar trabajo a día de hoy. ¿Por los largos años de dictadura y guerra civil que nos preceden? No creo; por desgracia pocos países emergentes no han tenido un pasado similar o incluso más cruento. ¿Por una política oportunista y cortoplacista que nos ha llevado poco a poco al desastre? Puede ser; pero eso es casi un mantra del sistema capitalista y otros países están mejor en ese sentido.

Entonces, ¿cuál es el problema? ¿En qué momento nuestros mayores empezaron a fagocitar inconscientemente el futuro de sus jóvenes? No consigo encontrar la respuesta. Y creo que hasta que no la encuentre alguien no podremos salir de esta situación; situación en la que se van a perder muchas generaciones de avances, hundiendo a nuestro país cada vez más en la crisis, desaceleración acelerada o como se la quiera llamar.

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