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Qué bien encaja ese pelo blanco con ese fajo... |
El otro día
sucedió algo que me hizo pensar mucho. Entraba al edificio de oficinas donde
tengo la mía y dos personas mayores estaban en la puerta esperando para entrar.
Querían ir a la oficina 8 pero no conseguían leer los números del telefonillo,
que para albergar los 37 timbres de las 37 oficinas había tenido sacrificar
el tamaño de los números.
Yo les abrí
la puerta y los dejé pasar. Las escaleras que te reciben antes de poder alcanzar
el ascensor (y que hacen dudar de la inteligencia del arquitecto) y el paso
inseguro de la pareja, ella agarrada al pasamanos, él a ella y a su bastón, me
permitieron contemplarlos detenidamente.
Él llevaba
zapatillas de casa; de esas zapatillas que podrían contar su propia historia y
mostrar numerosas cicatrices de guerra al tiempo. Sus pantalones y su
jersey, de lana y sin duda calcetado por unas manos jóvenes pertenecientes en
su día a la mujer que lo acompañaba, habían escuchado la historia de las
zapatillas numerosas ocasiones ya.
La mujer iba
algo mejor vestida. Con el tipo de atuendo que la anciana española pone cuando
tiene una cita con el médico, con un abogado, con el Señor (en misa) o con la
muerte (en un funeral, el propio o no).
Sus atuendos
me hicieron imaginarme la discusión antes de salir ("¿Pero vas a ir
asi, Manolo?", "¿Y luego? ¿Tengo que ponerme guapo para ver a ese
señorito?", Pero vamos al centro y nos pueden ver",
"¿Quién nos va a ver?", "Pero...", "Venga, vamos, y no
me rompas la cabeza...") y pensar que su residencia habitual debía
encontrarse en alguna de las aldeas de los alrededores. Esto ultimo lo pude
deducir sobre todo del conjunto de hierbas secas enganchadas a su histórico
jersey.
Cuando
llegaron a la primera planta, les dije que era por el pasillo de la izquierda
y tomaron con paso vacilante el de la derecha. Me quedé pensativo; primero
pensé "¿A dónde van?". Pero pronto rectificaron y yo seguí mi camino
a la tercera planta pensando "¿Qué hace una pareja así en un sitio como éste?".
Pero la
respuesta me pareció obvia al instante: ver a su abogado o asesor. Al principio
me chocó pensar que unas personas así, mayores, poco doctas y con capacidades ya más bien limitadas,
pudiesen necesitar un asesor (abogados en aquel pasillo creo que no hay, pero
asesores sí). Pero entonces me di cuenta: ¿Quiénes se pueden permitir en España
tener propiedades? La gente mayor. Llámale mayor al señor en zapatillas de casa
roídas o al hombre de 50 años recién divorciado. Pero precisamente en este país
quien no suele necesitar un asesor es la persona joven. Esa persona joven que
malvive de alquiler haciendo uso del 120% de su sueldo y acabará seguramente
regresando a la casa de sus padres cuando las cosas se tuerzan.
Lo curioso
es que eso, que ya hasta casi nos parece normal aquí, es inaudito en casi
cualquier otro lugar del mundo. Conozco gente de mi edad y más joven de
diversos países asiáticos, sudamericanos y de Europa del este que trabajan las
horas que hagan falta al día para seguir adelante Y mantener a sus padres,
hermanos y abuelos. En todos los países que puedo pensar el joven es el
sustento de la familia y los mayores son los que disfrutan los frutos de su
esfuerzo educando a sus hijos, sea pagándole los estudios o enseñándoles a
tener siempre presentes sus valores o principios.
Toda esta
gente se queda sin palabras al escuchar que la gente joven en España vive con
sus padres a los 30 o regresa a casa en la ruina y sus padres les mantienen;
que no es ya que los jóvenes no tengan que esforzarse para comprarle una
vivienda mejor a sus padres, es que esos jóvenes jamás podrán permitirse una
vivienda del tamaño que la que sus padres compraron en su momento en menos
tiempo.
¿Cómo es
posible que hayamos llegado a esta situación? ¿Porque en España no hay cultura?
No, todos somos licenciados; de hecho a menos estudios, más posibilidades de
encontrar trabajo a día de hoy. ¿Por los largos años de dictadura y guerra
civil que nos preceden? No creo; por desgracia pocos países emergentes no han
tenido un pasado similar o incluso más cruento. ¿Por una política oportunista y
cortoplacista que nos ha llevado poco a poco al desastre? Puede ser; pero eso
es casi un mantra del sistema capitalista y otros países están mejor en ese
sentido.
Entonces,
¿cuál es el problema? ¿En qué momento nuestros mayores empezaron a fagocitar
inconscientemente el futuro de sus jóvenes? No consigo encontrar la respuesta.
Y creo que hasta que no la encuentre alguien no podremos salir de esta
situación; situación en la que se van a perder muchas generaciones de avances,
hundiendo a nuestro país cada vez más en la crisis, desaceleración acelerada o
como se la quiera llamar.
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