martes, 24 de enero de 2012

La maldición de los Cayenne


El otro día leí una noticia que me llamo bastante la atención. Trataba de un estudio que habían  realizado para relacionar el porcentaje de Porsche Cayenne entre todos los coches vendidos en una zona con la existencia de burbujas y la proximidad de su explosión.

En el caso de España yo lo habría relacionado más bien con los BMWs y en concreto con el modelo X5, pero también el aumento de Cayenne en la calle era notorio en nuestros últimos años de ser ricos.

La noticia me llamó especialmente la atención porque en mis últimos meses en Beijing estaba sorprendido con la cantidad de coches de este modelo que veía por la calle. Sobre todo conociendo las limitaciones que existen a la importación de vehículos extranjeros, especialmente de lujo, y los altísimos aranceles que hay que pagar, del 100% del valor del coche. Si a eso le unimos el hecho de que por el cambio de moneda los precios de productos extranjeros se multiplican por diez, nos damos cuenta de que comprarse un Cayenne en China es equivalente a comprarse un Ferrari aquí. Y aun así, hay muchos. Inquietante.

Eso me inquieta sobre todo porque parece dar peso a las muchas noticias que aparecen últimamente sobre la burbuja inmobiliaria en China, especialmente en ciudades como Beijing o Shanghai, y sobre su estallido, con precios cayendo fuertemente y con tendencia a caer todavía con más fuerza.

Hace tiempo que se venía hablando de esa burbuja inmobiliaria en China, aunque yo nunca quise creerlo realmente porque me parecía que había motivos para que no se diese esta situación. La prohibición de que los extranjeros invirtieran en active inmobiliarios, la fijación gubernamental de los precios y de sus variaciones y las limitaciones a la adquisición individual me hacían pensar en un coto a la posibilidad de esa burbuja. Sin embargo, las subidas mensuales de dos dígitos y, ahora, la "prueba del Cayenne" dejan poca duda.

Al igual que ya sucedió en Shanghai hace unos años, el gobierno es realmente expeditivo en estas circunstancias. Subidas del tipo de interés, limitaciones legales a la concesión de hipotecas y prohibición de adquisición de segundas viviendas. Una verdadera trampa insalvable para el que desee vender, pero una solución sin paliativos ante una burbuja. Y es que parece que los Cayenne no engañan: cuando el número aumenta, la burbuja aprieta.

jueves, 12 de enero de 2012

Manos arriba; esto es la Aduana española

Es usted sospechoso de tener dinero. Tiene derecho a pagar en silencio y a no guardarse más dinero que pueda ser gravado luego
Cuando tú eres visitante en otro país, lo cual se presupone cuando tu estancia es inferior a 3 meses, fiscalmente nada cambia en lo que se refiere a la residencia, que es el punto de conexión que establecen casi todos los sistemas fiscales para decidir quién debe pagar y quién se puede escurrir.

Ello quiere decir que si eres residente de España deberás pagar impuestos en España estés donde estés, y lo mismo en cualquier otro territorio. El único caso que conozco que es diferente es EEUU; si tienes nacionalidad estadounidense deberás pagar impuestos estadounidenses toda tu vida independientemente de donde residas en cada momento (y en muchos casos sumando a los impuestos de tu lugar de residencia; todo un chollazo…).

Entonces, una persona residente en España tributará en España, sea cual sea su nacionalidad y esté donde esté en cada momento. Por tanto, si esa persona se va a EEUU de vacaciones se supone que también deberá tributar en España por lo que gane y (sobre todo) gaste allí. Para evitar que ello sume a los impuestos de allí, se firman acuerdos de doble imposición. Básicamente lo que suponen es que tú declaras en aduanas (en el momento de regresar a España) los impuestos estadounidenses que has pagado, te lo devuelven y luego te hacen pagar lo que correspondería por los impuestos españoles equivalentes. Al final, todo se basa en el IVA o su equivalente foráneo, ya que cuando estás de viaje lo más normal es gastar.
Sin embargo, para evitar quebraderos de cabeza en gastos pequeños y/o en cosas de uso personal no se exige este trámite, de modo que sólo lo efectúa el turista si le sale a cuenta y le apetece. Y, sinceramente, creo que ninguno de nosotros lo hemos hecho nunca aunque nos comprásemos algo fuera aunque sólo fuese por pereza.

Sin embargo, a día de hoy muchas cosas han cambiado. Y una de esas cosas es que ahora hace falta el dinero, de donde sea, como sea y del color que sea. El Estado que antes regalaba el dinero a espuertas ahora lo necesita más que el aire que respiramos. Impuestos ocultos, multas con las que ya no se hace la vista gorda, recortes... Todo es posible ahora. Y eso es precisamente lo que sucede en Aduanas.

Por experiencia personal puedo decir que ahora si recibes un paquete del extranjero (al menos si llega de China o EEUU) da igual lo que vaya dentro, su valor, que sea ropa usada o que sea tierra quemada, te va a llegar una cartita de amor de la Aduana con un sobre muy chulo y grande recordándote que tienes que hacer una declaración de valor y presentar un DUA, que es el documento en el que declaras lo que hay en el paquete y cuánto vale. Ellos te recuerdan que el paquete está en Madrid y que el DUA hay que presentarlo personalmente allí, pero si no quisieses hacer el viaje para presentar un papel (¿quién no se iría a Madrid a presentar un papel, si está ahí al lado?) ellos te ofrecen el servicio de presentarlo en tu nombre y hacerte la vida más fácil; por unos 40 euros de nada, más IVA, por supuesto. Aparte, claro, de los impuestos y derechos de aduanas que decidan que debes pagar.

Lo curioso es que si tú te envías el paquete a ti mismo porque, por ejemplo, no te caben las cosas en la maleta de 20 kilos que te permiten facturar, la situación es que tú en Correos del país que sea pagas unos 100 euros por el envío y luego, por obra y gracia de los paupérrimos bolsillos de la Hacienda española, pagas otros 40 por recibirlo. Así, by the face.

Este ánimo recaudatorio que se está mostrando en todos los ámbitos de la vida ha llegado también a la Aduana, y eso nos fastidia especialmente a los que viajamos o tenemos familiares fuera, pues ahora tenemos que pagar unos 40 euros por recibir un paquete. Y digo yo: si ya pagué unos 100 por enviarlo, ¿esto no es una forma oculta de cobrar dos veces por un mismo servicio? Sobre todo cuando durante años no fue necesario pagar nada, a no ser que hubiese sospechas fundadas de que había una transacción comercial de por medio (un contenedor completo, 20 productos iguales nuevecitos, etc). Y el caso es que me empiezo a cansar de que me den el palo.

jueves, 5 de enero de 2012

Sobran funcionarios como éstos

Funcionario a pleno rendimiento

Vigo es una ciudad de mar. Su puerto está en una situación privilegiada que, aunque todavía no es aprovechada totalmente, la ha colocado en el mapa. Los intercambios con el extranjero son tónica común; tal vez no con la intensidad que cabría esperar, pero abundantes. De hecho, empresas como Citroen han decidido implantarse aquí. Consecuentemente, en la universidad de Vigo hay una facultad de traducción e interpretación. No voy a meterme con la calidad de la enseñanza ni la preparación que puedan recibir los alumnos en esa escuela, pero lo que es un hecho es que cada año se licencian numerosos jóvenes que algún día querrán ser traductores. Es una función que es necesaria, muy interesante y muy mal pagada, pero que existe.

Resalto que “existe” por un suceso curioso del que fue protagonista la mañana pasada en Hacienda. Iba a dar de alta la agencia de traducción de la que soy administrador y de cuyos servicios muy pronto podréis disfrutar en el censo de la Agencia Tributaria en Vigo, al lado de los Juzgados, cuando se dio el siguiente intercambio entre la funcionaria y yo:

                - Pero, ¿esto qué es? ¿”Agencia de traducción”?
                - Sí, una agencia de traducción…
                - Pero, ¿es una empresa o qué es?
                - Sí, una empresa; quería darla de alta y…
                - Pero sólo se pueden dar de alta negocios que existan. Esto de “agencia de traducción”… Yo es que eso no lo he escuchado en mi vida… Pero, ¿qué hace esto?
                - Pues… traducir cosas, como documentos, o... no sé…
                - Pero vamos a ver; entonces traducís vosotros, ¿no? Pero es una empresa, entonces… Pero, a ver, no lo entiendo, entonces ¿traducís o no traducís?
                - A ver; los clientes no envían un texto, nosotros buscamos un traductor adecuado, nos lo traduce y se lo devolvemos al cliente traducido. Una agencia de traducción, vamos.
                - Pues no sé… Voy a ver en el listado de actividades del IAE. Pero yo ya te digo que esto nunca lo había visto en mi vida y no creo que te lo vayan a aceptar.

Abre su libro lleno de colorines y dibujitos, pasa hojas, pasa hojas…
                - ¡Ah! Mira, sí; aparece “servicios de traducción”. Supongo que será esto, ¿no?
                - Digo yo…

Una funcionaria de entre 40 y bastantes y 50 y pocos no sabía ni lo que era una agencia de traducción… Interesante… ¿Es así como España va a solucionar sus problemas abriéndose al exterior? ¿Con funcionarios incompetentes que no se preocupan ni de informarse sobre el mundo en el que viven?

Pongámosle color ahora a la situación. Eran las 2 pasadas; ya le estaba debiendo a la mujer unos minutos de su “tan merecido” descanso de 19 horas hasta que picase al día siguiente, y estaba atendiendo con resquemores y con una compañera al lado con cara de punto externo del recto que, sin dejar de mirar su móvil plateado, decía como para nadie y para todos “ya te lo dije… ya te lo dije…”, queriendo decirle que no debía habernos atendido.

Al final la cosa quedó en que volviésemos el martes (ayer era miércoles) porque es cuando regresa su compañera que es la que sabe “de esos temas raros”. No fue una invitación, sino una imposición, pues acto seguido se volvió a su mesa para seguir larequeando con la simpática del móvil.

Yo de esta historia me quedo con lo siguiente. En Vigo tenemos funcionarios que en cuanto da la hora cierran por defunción. Que no se enteran de nada. Que no les importa no enterarse de nada. Cuya misión en la vida es estar ahí haciendo lo mínimo posible hasta jubilarse y entonces seguir chupando del bote. Gente que seguramente sus conocimientos generales y de informática pueden ser superados por un niño de 12 años algo despabilado. Que se sienten con razón en no querer atender a nadie fuera de hora. Que no te ayudan en tu engorroso papeleo. Que están trabajando “obligados”…

Y digo yo: ¿y por qué lo permitimos? ¿No sería mejor echar a todos estos parásitos y meter a gente joven, con cabeciña e ilusión, a hacer ese trabajo? Creo que sería una buena forma de agilizar la Administración Pública, de contrarrestar el paro juvenil y de dar un buen servicio al ciudadano, que sigue siendo el cliente y no un súbdito, no lo olvidemos.

Alguno dirá, “pero con las pensiones que habría que pagarles…”. Yo contesto, “¿qué pensiones?”. ¿Alguien me está diciendo que con un sueldo de alrededor de 2000 euros por trabajar media jornada no se ahorra para una jubilación? Pues mala suerte, amigo.

Es que muchas veces tenemos lo que nos merecemos…