miércoles, 21 de marzo de 2012

Simyo y yo


Un día en 2007 un conocido que anda metido en negocios muy complejos y, en sus propias palabras, "a muy alto nivel" me comentó que la equivalente a Telefónica en Holanda, KPN, pensaba introducirse en el mercado de la telefonía móvil en España. Pero no iba a hacerlo como las demás que ya estaban, Movistar, Vodafone y Orange, sino de una forma revolucionaria que iba a dar un vuelco al sector e iba a acabar con los monopolios y etc etc. 

La verborrea del personaje era suficientemente elocuente y, por un momento, me creí que el mundo de las telecomunicaciones iba a sufrir un seísmo de fuerte intensidad. Yo llevaba varios meses siguiendo las idas y venidas de una nueva compañía que quería hacerse un hueco en el sector y cada día se encontraba con una nueva dificultad (creo que se llamaba Xfera, ya no recuerdo bien…), y me pareció muy interesante que se descubriese una nueva manera de colarse en la fiesta.

Aquella compañía a la que le hacían la zancadilla constantemente acabó siendo Yoigo, que tampoco empezó con muy buen pie. Y la compañía con la que a este conocido se le llenaba la boca acabó siendo Simyo.
Simyo empezó fuerte en su nicho, pues fue la primera en promocionarse sólo por internet (y algún que otro anuncio en TV al inicio, como era de esperar), sin tiendas físicas, con tarifas revolucionarias...estaba claro que se dirigía a gente joven que quiere estar a la última. Personas y frikis que flipaban con la posibilidad de "pasar" de las grandes y hacerse los interesantes con su nueva compañía de móvil. Yo conocí a varios que fueron de los primeros en entrar en aquel club que a mí me sonaba tan raro.

Estuve varios años confiando ciegamente en Movistar, y tragando bilis cada vez que alguien me hablaba de sus súper tarifas en la competencia, hasta que Movistar me timó descaradamente y, después de airearlo a los cuatro vientos y poner la denuncia correspondiente, me embarqué en la búsqueda de una nueva compañía.

Después del chasco con Movistar le tenía cierta tirria a las grandes, así que la búsqueda se centró en compañías más modestas. Me habían hablado muy mal de Yoigo, Pepephone me daba muy mal rollo después del timo de los vuelos gratis y pocas más conocía, así que tras unos ligeros roces con R, acabé en Simyo.

Fue al contratar con ellos que descubrí que era la famosa filial de KPN de la que me habían hablado. Y no porque lo Publiciten de alguna manera, sino porque en el contrato aparece KPN como parte contratante. Esto me dio una pequeña señal de alarma; cuando una empresa líder en otro país crea una filial aquí e intenta que su nombre no aparezca más que lo mínimo imprescindible, ¿qué debe uno pensar como cliente? No suena muy bien, ¿verdad? ¿Acaso se avergonzaban de algo?

Un mes después estaba en Vodafone. Vendedores que no es que sean extranjeros, es que hablan el dialecto de algún pueblo lejano, cobertura que parecía huir de ti, mensajes que nunca llegaban, señales de cobertura fantasma (en tu móvil te aparecen 4 rayitas pero si te llaman das fuera de cobertura)... Todo un popurrí de despropósitos que, efectivamente, deberían avergonzar a cualquier compañía seria y que se considere "líder" aunque sea en su aldea.

Sin embargo, todo eso lo podía haber hecho cualquier otra compañía sin despeinarse. La verdadera razón por la que abandoné Simyo fue su desorganización y descontrol, que en mi caso demostraron de la siguiente forma.

Nosotros teníamos varias líneas en Movistar a través del negocio familiar, por lo que estaban a nombre de una misma persona. Pero como no nos salía a cuenta, el negocio flaqueaba y las usábamos distantes personas, queríamos cambiarlas a distintas titularidades. En Movistar nos cobraban 30 euros por cada cambio (atención al dato: 30 euros por cambiar un nombre en una base de datos), así que una de las razones por las que cambiábamos (una de muchísimas) era hacer ese cambio sin regalar dinero.

El comercial de Simyo (de nombre Edwin y que debía hablar boricua clásico) me aseguró que una vez que me hubiese dado de alta y tuviese mi SIM activada sólo tenía que llamar a Atención al Cliente y me hacían el cambio sin problemas.

Se puede entender la sorpresa cuando al llamar a Atención al Cliente me dicen que Simyo no puede hacer cambios de titularidad, porque al ser todo por internet o teléfono no se puede verificar la identidad y la protección de datos y bla bla. Menuda sorpresa; ¡Edwin me había engañado! Jamás lo habría podido esperar con ese nombre y su forma tan dulce de hablar.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo es que vuelvo a llamar al departamento comercial (los que te venden la moto) y me vuelven a decir que claro que se puede cambiar la titularidad, que sólo hace falta llamar a Atención al Cliente. Pero, efectivamente, vuelvo a llamar y me vuelven a decir que Simyo no ofrece ese servicio. Y esto es lo que me parece más grave: que no parezca haber ningún tipo de comunicación y organización entre departamentos. Si esto es así con algo como esto, ¿qué pasaría con algo más grave? Esto a mí, llámame raro, pero no me parece propio de una empresa grande o "líder". Si a eso le unes la mala calidad de la cobertura y los demás problemas, la conclusión es que Simyo no es económico, sino "barato", en toda la mala acepción de este término.

viernes, 9 de marzo de 2012

El trabajo de dar trabajo

Tan tristemente cierto y actual todavía...

Mientras las noticias no dejan de informarnos de las disputas y protestas por las reformas laborales, el paro, las formas de solucionarlo, crisis y demás, yo he ido a la Seguridad Social para dar de alta a un trabajador.

No espero que me pongan una medalla o un diploma por dar trabajo, pero por lo menos lo que podía esperar es que me lo pusiesen fácil. Y no ha sido así, por supuesto.

Relatemos la experiencia. Voy a la SS con el contrato de trabajo firmado por el trabajador y el DNI. Por si acaso llevo todos los papeles de la sociedad que encuentro. Por si acaso; ya estoy escarmentado de burocracia. Pero no lo suficientemente escarmentado, como descubrí.

Primer obstáculo: ¿la sociedad está registrada ya en la SS? Pues mire usted, no. Error mío; no se me había pasado por la cabeza que después de haberme registrado en el Registro Mercantil y en Hacienda, también necesitase registrarme en las SS. Quiero decir... en la SS.

Bueno, eso se puede resolver. 'Bien, entonces, querría dar de alta a este trabajador.' 'Es que eso ya no se hace aquí; ahora hay que hacerlo telemáticamente.' 'Bien, pues... (gesto que apunta inconscientemente al ordenador que ilumina las gafas de la funcionaria) para eso tiene que darse de alta en el sistema Red Directo; mi compañera de aquella mesa le puede explicar lo que es, en cuanto acabe con esa persona. ¡Te mando a uno, ¿vale?!’

Bien, el Red Directo es un sistema por el que puedes (y debes) dar de alta a un trabajador por internet. Pero este sistema tiene un problema: que es un infierno. Ya no quiero meterme en casos de empresarios que nunca han tocado un ordenador porque "eso se lo lleva su hijo", pero para darse de alta a este servicio/obligación hay que: darse de alta en el sistema, luego solicitar el Silcom (?) y darse de alta en el mismo, luego llamar al 901502050 (número mágico que por lo visto vale para todo) para pedir el número de autorización, con el que puedo cubrir no sé qué papel que llevo a la SS, después llamar a ese número para hacer algo más que la funcionaria no entendía, y, después de todo eso, enchufar el USB al ordenador para instalar algo que llamando al 901502050 ya me indicarían qué es. Después de todo eso, y de haber solicitado la cuenta de cotización, de haber dado de alta la empresa y a mí como autónomo y de haber hecho un aquelarre en Finisterra con las orejas apuntando a Cuba, después ya podré hacerme a mí mismo el gran favor de dar trabajo a una persona.

Es curioso porque yo sospechaba que con el creciente porcentaje de paro en el país las cosas serían más sencillas. Viendo en TV como parce que para despedir a 5 mil trabajadores todo lo que hay que hacer es decirlo en público o pedírselo al ratoncito Pérez, creía que hacer lo contrario, lo bueno, lo que se supone que todo el mundo desea, debería ser muy sencillo. Ir con el contrato firmado y pagar; ¿por qué es necesario algo más?

Pero claro, tal y como me dijo la funcionaria: "¿Tú qué te creías? ¿Que esto llegar con el contrato y hala, a encher?". Y luego se quejan de reformas laborales... Claro, como los trabajadores no tienen que pasar por este calvario… Lo que yo creo es que reformas han hecho pocas, o demasiadas. Desde el momento en que dar trabajo ES un trabajo, la cosa no está bien.

¿O qué creéis? ¿Que durante esta vestía por el desierto, que aún no ha terminado, no me di cuenta de que era todo más fácil pagando en negro y fuera? Creo que ya sé cual es el primer paso que deben dar para evitar el trabajo “sumergido”...

viernes, 2 de marzo de 2012

El estilo japonés

Alguno se dejaría timar

Es muy posible que algunos (bastantes) de vosotros hayáis sufrido algún pufo últimamente. Sobre todo últimamente.

Dedicándolo a esos pobres incautos, quería compartir mi experiencia personal por si os puede servir de algo.

Tal vez os ha ocurrido que el/la pufer@ (puferA siempre en mi caso, espero que por casualidad) nunca os niega la deuda cada vez que se le reclama, os da toda la razón del mundo siempre y muy empáticamente os promete que claro que va a pagar, pero os pide con toda la educación del mundo que le deis de plazo hasta X. Además, siempre os coge el teléfono si llamáis y hace todo lo posible porque confiéis en su palabra; en mi caso, hasta jurar por la tumba de su madre recientemente fallecida y en cuyo funeral estaba en primera fila llorando como una magdalena.

Pues bien, el otro día estaba hojeando un libro sobre cobro de morosos y di por casualidad con el tema de "clases de morosos". Me sorprendió encontrar un caso que resumía perfectamente lo descrito; se diría que había estado omniscientemente vigilando mis movimientos durante esos dos penosos episodios de mi vida. Pues bien, éste se conoce como el estilo japonés; la finalidad del pufero en este caso es simplemente ganar tiempo. Las buenas palabras y los buenos modos son una forma de darle pomada a tu lado más bonachón e ignorante y pensar "me va a pagar porque si no habría desaparecido ya, y empezar ahora con denuncias y todo eso es un coñazo..."

Yo siempre creí que tan poca vergüenza encajaba más bien con la picaresca patria, pero se ve que la maldad se concentra mejor en cuerpos escuálidos y diminutos con mirada de eterna sospecha.
En conclusión, cuidado con los morosos y oídos sordos a las buenas palabras. A la primera señal de pufo en el horizonte adelante con el procedimiento de reclamación, se elija el que se elija; si pagan, ya habrá tiempo después de echarse a atrás. Si seguís dándole tiempo, acabaréis escribiendo un artículo sobre morosos contando vuestra lastimosa historia de bolsillos vacíos en el lado equivocado.