miércoles, 22 de agosto de 2012

Only in Spain

Qué bien encaja ese pelo blanco con ese fajo...

El otro día sucedió algo que me hizo pensar mucho. Entraba al edificio de oficinas donde tengo la mía y dos personas mayores estaban en la puerta esperando para entrar. Querían ir a la oficina 8 pero no conseguían leer los números del telefonillo, que para albergar los 37 timbres de las 37 oficinas había tenido sacrificar el tamaño de los números.

Yo les abrí la puerta y los dejé pasar. Las escaleras que te reciben antes de poder alcanzar el ascensor (y que hacen dudar de la inteligencia del arquitecto) y el paso inseguro de la pareja, ella agarrada al pasamanos, él a ella y a su bastón, me permitieron contemplarlos detenidamente.

Él llevaba zapatillas de casa; de esas zapatillas que podrían contar su propia historia y mostrar numerosas cicatrices de guerra al tiempo. Sus pantalones y su jersey, de lana y sin duda calcetado por unas manos jóvenes pertenecientes en su día a la mujer que lo acompañaba, habían escuchado la historia de las zapatillas numerosas ocasiones ya.

La mujer iba algo mejor vestida. Con el tipo de atuendo que la anciana española pone cuando tiene una cita con el médico, con un abogado, con el Señor (en misa) o con la muerte (en un funeral, el propio o no).

Sus atuendos me hicieron imaginarme la discusión antes de salir ("¿Pero vas a ir asi, Manolo?", "¿Y luego? ¿Tengo que ponerme guapo para ver a ese señorito?", Pero vamos al centro y nos pueden ver", "¿Quién nos va a ver?", "Pero...", "Venga, vamos, y no me rompas la cabeza...") y pensar que su residencia habitual debía encontrarse en alguna de las aldeas de los alrededores. Esto ultimo lo pude deducir sobre todo del conjunto de hierbas secas enganchadas a su histórico jersey.


Cuando llegaron a la primera planta, les dije que era por el pasillo de la izquierda y tomaron con paso vacilante el de la derecha. Me quedé pensativo; primero pensé "¿A dónde van?". Pero pronto rectificaron y yo seguí mi camino a la tercera planta pensando "¿Qué hace una pareja así en un sitio como éste?".

Pero la respuesta me pareció obvia al instante: ver a su abogado o asesor. Al principio me chocó pensar que unas personas así, mayores, poco doctas y con capacidades ya más bien limitadas, pudiesen necesitar un asesor (abogados en aquel pasillo creo que no hay, pero asesores sí). Pero entonces me di cuenta: ¿Quiénes se pueden permitir en España tener propiedades? La gente mayor. Llámale mayor al señor en zapatillas de casa roídas o al hombre de 50 años recién divorciado. Pero precisamente en este país quien no suele necesitar un asesor es la persona joven. Esa persona joven que malvive de alquiler haciendo uso del 120% de su sueldo y acabará seguramente regresando a la casa de sus padres cuando las cosas se tuerzan.

Lo curioso es que eso, que ya hasta casi nos parece normal aquí, es inaudito en casi cualquier otro lugar del mundo. Conozco gente de mi edad y más joven de diversos países asiáticos, sudamericanos y de Europa del este que trabajan las horas que hagan falta al día para seguir adelante Y mantener a sus padres, hermanos y abuelos. En todos los países que puedo pensar el joven es el sustento de la familia y los mayores son los que disfrutan los frutos de su esfuerzo educando a sus hijos, sea pagándole los estudios o enseñándoles a tener siempre presentes sus valores o principios.

Toda esta gente se queda sin palabras al escuchar que la gente joven en España vive con sus padres a los 30 o regresa a casa en la ruina y sus padres les mantienen; que no es ya que los jóvenes no tengan que esforzarse para comprarle una vivienda mejor a sus padres, es que esos jóvenes jamás podrán permitirse una vivienda del tamaño que la que sus padres compraron en su momento en menos tiempo.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación? ¿Porque en España no hay cultura? No, todos somos licenciados; de hecho a menos estudios, más posibilidades de encontrar trabajo a día de hoy. ¿Por los largos años de dictadura y guerra civil que nos preceden? No creo; por desgracia pocos países emergentes no han tenido un pasado similar o incluso más cruento. ¿Por una política oportunista y cortoplacista que nos ha llevado poco a poco al desastre? Puede ser; pero eso es casi un mantra del sistema capitalista y otros países están mejor en ese sentido.

Entonces, ¿cuál es el problema? ¿En qué momento nuestros mayores empezaron a fagocitar inconscientemente el futuro de sus jóvenes? No consigo encontrar la respuesta. Y creo que hasta que no la encuentre alguien no podremos salir de esta situación; situación en la que se van a perder muchas generaciones de avances, hundiendo a nuestro país cada vez más en la crisis, desaceleración acelerada o como se la quiera llamar.

miércoles, 11 de abril de 2012

¿Qué está pasando en Vigo?

Estamos en crisis. Eso ya nadie lo duda. Hubo tiempos en que parecía más un tema de posicionamiento político, pero, para bien o para mal, parece que hoy todo el mundo se ha rendido a la evidencia. Sin embargo, curiosamente, los negocios del lujo parecen estar teniendo los mejores resultados en años. El dato está ahí y lo único que se puede discutir es qué se considera lujo y qué no. Y eso me hace preguntarme: "¿Qué está pasando?".

Los datos a nivel estatal confirman esa dicotomía, pero a mí lo que más me afecta y me llama la atención es lo que veo con mis propios ojos. Y lo que veo  me sorprende y me hace confirmar este dato. En concreto, la calle Gran Vía en Vigo del lado del Corte Inglés (los de Vigo sabéis a qué me refiero). La acera donde tiene mi madre su negocio ha estado viendo una sangría de negocios dando el cierre en estos últimos años bastante preocupante. Durante bastante tiempo en toda la acera sólo quedó ella y un par de cafeterías. Ahora ya no hay casi ningún local vacío, y todos son de reciente apertura. Hay un local de bronceado, un local de sonido y efectos especiales (o algo así; todavía no he llegado a entender qué venden realmente), locales de ropa de marca, un Jaime Power (el primero de esta nueva ola y el primero en caer) y, sobre todo, agencias de viaje. Muchas agencias de viaje... Muchas.

¿Qué pasa con las agencias de viaje? En la calle antes había dos, y una, la más grande, cerró. Pero últimamente han abierto 5 o 6 (una se supone que es un 'club de viajes' ¿?). Yo pensaba que en tiempos de crisis en lo primero que recortaría la gente sería en viajar. O, al menos, en viajes de agencia; te pillas el coche y el hotel te lo reservas por internet.
Cuelo aquí esta estampa del pasado, porque tiempos pasados no siempre fueron mejores

Sin embargo, las agencias de viajes surgen como setas. ¿Qué está pasando? ¿Qué es lo que no pillo? El caso es que parece que cada vez hay más, cuando yo creía que el cóctel de mejor acceso a vuelos y hoteles por internet y la crisis las barrerían del mercado como sucedió con Marsans (aunque ya sabemos que ahí también hubo una “mano negra” detrás) y tantas otras más pequeñas.

Yo me puedo imaginar que a día de hoy sólo gente muy pudiente se plantearía viajar a través de una agencia. Pero no puedo dejar de preguntarme por qué esa gente, por muy pudiente que sea, decide hacerlo ahora más que nunca. Porque del número creciente de agencias presumo que cada vez están vendiendo mas.

Y a ese hecho tengo que sumar el que nunca antes había visto tantos coches de alta gama en Vigo. Por lo menos he visto 4 Ferraris; y eran diferentes pues uno era amarillo, otro gris y los otros dos rojos y de distinto modelo. También algún Aston Martin y Maseratti. Y eso es algo que en esta ciudad hasta ahora no era nada común.

En cualquier caso, yo no entiendo qué es lo que está pasando; qué es lo que no pillo. Algo no me cuadra y me inquieta. Si, como parece, se estuviese dando el caso en el que los que están mal están cada vez peor (algo casi indudable) y los que están bien están cada vez más a todo trapo (y no consigo encontrar datos que me hagan pensar lo contrario), las tensiones pueden llegar a alcanzar un punto peligroso. Y no quiero que esa inquietante situación me pille corriendo como un pollo descabezado y preguntándome: "¿Qué está pasando?".

miércoles, 21 de marzo de 2012

Simyo y yo


Un día en 2007 un conocido que anda metido en negocios muy complejos y, en sus propias palabras, "a muy alto nivel" me comentó que la equivalente a Telefónica en Holanda, KPN, pensaba introducirse en el mercado de la telefonía móvil en España. Pero no iba a hacerlo como las demás que ya estaban, Movistar, Vodafone y Orange, sino de una forma revolucionaria que iba a dar un vuelco al sector e iba a acabar con los monopolios y etc etc. 

La verborrea del personaje era suficientemente elocuente y, por un momento, me creí que el mundo de las telecomunicaciones iba a sufrir un seísmo de fuerte intensidad. Yo llevaba varios meses siguiendo las idas y venidas de una nueva compañía que quería hacerse un hueco en el sector y cada día se encontraba con una nueva dificultad (creo que se llamaba Xfera, ya no recuerdo bien…), y me pareció muy interesante que se descubriese una nueva manera de colarse en la fiesta.

Aquella compañía a la que le hacían la zancadilla constantemente acabó siendo Yoigo, que tampoco empezó con muy buen pie. Y la compañía con la que a este conocido se le llenaba la boca acabó siendo Simyo.
Simyo empezó fuerte en su nicho, pues fue la primera en promocionarse sólo por internet (y algún que otro anuncio en TV al inicio, como era de esperar), sin tiendas físicas, con tarifas revolucionarias...estaba claro que se dirigía a gente joven que quiere estar a la última. Personas y frikis que flipaban con la posibilidad de "pasar" de las grandes y hacerse los interesantes con su nueva compañía de móvil. Yo conocí a varios que fueron de los primeros en entrar en aquel club que a mí me sonaba tan raro.

Estuve varios años confiando ciegamente en Movistar, y tragando bilis cada vez que alguien me hablaba de sus súper tarifas en la competencia, hasta que Movistar me timó descaradamente y, después de airearlo a los cuatro vientos y poner la denuncia correspondiente, me embarqué en la búsqueda de una nueva compañía.

Después del chasco con Movistar le tenía cierta tirria a las grandes, así que la búsqueda se centró en compañías más modestas. Me habían hablado muy mal de Yoigo, Pepephone me daba muy mal rollo después del timo de los vuelos gratis y pocas más conocía, así que tras unos ligeros roces con R, acabé en Simyo.

Fue al contratar con ellos que descubrí que era la famosa filial de KPN de la que me habían hablado. Y no porque lo Publiciten de alguna manera, sino porque en el contrato aparece KPN como parte contratante. Esto me dio una pequeña señal de alarma; cuando una empresa líder en otro país crea una filial aquí e intenta que su nombre no aparezca más que lo mínimo imprescindible, ¿qué debe uno pensar como cliente? No suena muy bien, ¿verdad? ¿Acaso se avergonzaban de algo?

Un mes después estaba en Vodafone. Vendedores que no es que sean extranjeros, es que hablan el dialecto de algún pueblo lejano, cobertura que parecía huir de ti, mensajes que nunca llegaban, señales de cobertura fantasma (en tu móvil te aparecen 4 rayitas pero si te llaman das fuera de cobertura)... Todo un popurrí de despropósitos que, efectivamente, deberían avergonzar a cualquier compañía seria y que se considere "líder" aunque sea en su aldea.

Sin embargo, todo eso lo podía haber hecho cualquier otra compañía sin despeinarse. La verdadera razón por la que abandoné Simyo fue su desorganización y descontrol, que en mi caso demostraron de la siguiente forma.

Nosotros teníamos varias líneas en Movistar a través del negocio familiar, por lo que estaban a nombre de una misma persona. Pero como no nos salía a cuenta, el negocio flaqueaba y las usábamos distantes personas, queríamos cambiarlas a distintas titularidades. En Movistar nos cobraban 30 euros por cada cambio (atención al dato: 30 euros por cambiar un nombre en una base de datos), así que una de las razones por las que cambiábamos (una de muchísimas) era hacer ese cambio sin regalar dinero.

El comercial de Simyo (de nombre Edwin y que debía hablar boricua clásico) me aseguró que una vez que me hubiese dado de alta y tuviese mi SIM activada sólo tenía que llamar a Atención al Cliente y me hacían el cambio sin problemas.

Se puede entender la sorpresa cuando al llamar a Atención al Cliente me dicen que Simyo no puede hacer cambios de titularidad, porque al ser todo por internet o teléfono no se puede verificar la identidad y la protección de datos y bla bla. Menuda sorpresa; ¡Edwin me había engañado! Jamás lo habría podido esperar con ese nombre y su forma tan dulce de hablar.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo es que vuelvo a llamar al departamento comercial (los que te venden la moto) y me vuelven a decir que claro que se puede cambiar la titularidad, que sólo hace falta llamar a Atención al Cliente. Pero, efectivamente, vuelvo a llamar y me vuelven a decir que Simyo no ofrece ese servicio. Y esto es lo que me parece más grave: que no parezca haber ningún tipo de comunicación y organización entre departamentos. Si esto es así con algo como esto, ¿qué pasaría con algo más grave? Esto a mí, llámame raro, pero no me parece propio de una empresa grande o "líder". Si a eso le unes la mala calidad de la cobertura y los demás problemas, la conclusión es que Simyo no es económico, sino "barato", en toda la mala acepción de este término.

viernes, 9 de marzo de 2012

El trabajo de dar trabajo

Tan tristemente cierto y actual todavía...

Mientras las noticias no dejan de informarnos de las disputas y protestas por las reformas laborales, el paro, las formas de solucionarlo, crisis y demás, yo he ido a la Seguridad Social para dar de alta a un trabajador.

No espero que me pongan una medalla o un diploma por dar trabajo, pero por lo menos lo que podía esperar es que me lo pusiesen fácil. Y no ha sido así, por supuesto.

Relatemos la experiencia. Voy a la SS con el contrato de trabajo firmado por el trabajador y el DNI. Por si acaso llevo todos los papeles de la sociedad que encuentro. Por si acaso; ya estoy escarmentado de burocracia. Pero no lo suficientemente escarmentado, como descubrí.

Primer obstáculo: ¿la sociedad está registrada ya en la SS? Pues mire usted, no. Error mío; no se me había pasado por la cabeza que después de haberme registrado en el Registro Mercantil y en Hacienda, también necesitase registrarme en las SS. Quiero decir... en la SS.

Bueno, eso se puede resolver. 'Bien, entonces, querría dar de alta a este trabajador.' 'Es que eso ya no se hace aquí; ahora hay que hacerlo telemáticamente.' 'Bien, pues... (gesto que apunta inconscientemente al ordenador que ilumina las gafas de la funcionaria) para eso tiene que darse de alta en el sistema Red Directo; mi compañera de aquella mesa le puede explicar lo que es, en cuanto acabe con esa persona. ¡Te mando a uno, ¿vale?!’

Bien, el Red Directo es un sistema por el que puedes (y debes) dar de alta a un trabajador por internet. Pero este sistema tiene un problema: que es un infierno. Ya no quiero meterme en casos de empresarios que nunca han tocado un ordenador porque "eso se lo lleva su hijo", pero para darse de alta a este servicio/obligación hay que: darse de alta en el sistema, luego solicitar el Silcom (?) y darse de alta en el mismo, luego llamar al 901502050 (número mágico que por lo visto vale para todo) para pedir el número de autorización, con el que puedo cubrir no sé qué papel que llevo a la SS, después llamar a ese número para hacer algo más que la funcionaria no entendía, y, después de todo eso, enchufar el USB al ordenador para instalar algo que llamando al 901502050 ya me indicarían qué es. Después de todo eso, y de haber solicitado la cuenta de cotización, de haber dado de alta la empresa y a mí como autónomo y de haber hecho un aquelarre en Finisterra con las orejas apuntando a Cuba, después ya podré hacerme a mí mismo el gran favor de dar trabajo a una persona.

Es curioso porque yo sospechaba que con el creciente porcentaje de paro en el país las cosas serían más sencillas. Viendo en TV como parce que para despedir a 5 mil trabajadores todo lo que hay que hacer es decirlo en público o pedírselo al ratoncito Pérez, creía que hacer lo contrario, lo bueno, lo que se supone que todo el mundo desea, debería ser muy sencillo. Ir con el contrato firmado y pagar; ¿por qué es necesario algo más?

Pero claro, tal y como me dijo la funcionaria: "¿Tú qué te creías? ¿Que esto llegar con el contrato y hala, a encher?". Y luego se quejan de reformas laborales... Claro, como los trabajadores no tienen que pasar por este calvario… Lo que yo creo es que reformas han hecho pocas, o demasiadas. Desde el momento en que dar trabajo ES un trabajo, la cosa no está bien.

¿O qué creéis? ¿Que durante esta vestía por el desierto, que aún no ha terminado, no me di cuenta de que era todo más fácil pagando en negro y fuera? Creo que ya sé cual es el primer paso que deben dar para evitar el trabajo “sumergido”...

viernes, 2 de marzo de 2012

El estilo japonés

Alguno se dejaría timar

Es muy posible que algunos (bastantes) de vosotros hayáis sufrido algún pufo últimamente. Sobre todo últimamente.

Dedicándolo a esos pobres incautos, quería compartir mi experiencia personal por si os puede servir de algo.

Tal vez os ha ocurrido que el/la pufer@ (puferA siempre en mi caso, espero que por casualidad) nunca os niega la deuda cada vez que se le reclama, os da toda la razón del mundo siempre y muy empáticamente os promete que claro que va a pagar, pero os pide con toda la educación del mundo que le deis de plazo hasta X. Además, siempre os coge el teléfono si llamáis y hace todo lo posible porque confiéis en su palabra; en mi caso, hasta jurar por la tumba de su madre recientemente fallecida y en cuyo funeral estaba en primera fila llorando como una magdalena.

Pues bien, el otro día estaba hojeando un libro sobre cobro de morosos y di por casualidad con el tema de "clases de morosos". Me sorprendió encontrar un caso que resumía perfectamente lo descrito; se diría que había estado omniscientemente vigilando mis movimientos durante esos dos penosos episodios de mi vida. Pues bien, éste se conoce como el estilo japonés; la finalidad del pufero en este caso es simplemente ganar tiempo. Las buenas palabras y los buenos modos son una forma de darle pomada a tu lado más bonachón e ignorante y pensar "me va a pagar porque si no habría desaparecido ya, y empezar ahora con denuncias y todo eso es un coñazo..."

Yo siempre creí que tan poca vergüenza encajaba más bien con la picaresca patria, pero se ve que la maldad se concentra mejor en cuerpos escuálidos y diminutos con mirada de eterna sospecha.
En conclusión, cuidado con los morosos y oídos sordos a las buenas palabras. A la primera señal de pufo en el horizonte adelante con el procedimiento de reclamación, se elija el que se elija; si pagan, ya habrá tiempo después de echarse a atrás. Si seguís dándole tiempo, acabaréis escribiendo un artículo sobre morosos contando vuestra lastimosa historia de bolsillos vacíos en el lado equivocado.

martes, 24 de enero de 2012

La maldición de los Cayenne


El otro día leí una noticia que me llamo bastante la atención. Trataba de un estudio que habían  realizado para relacionar el porcentaje de Porsche Cayenne entre todos los coches vendidos en una zona con la existencia de burbujas y la proximidad de su explosión.

En el caso de España yo lo habría relacionado más bien con los BMWs y en concreto con el modelo X5, pero también el aumento de Cayenne en la calle era notorio en nuestros últimos años de ser ricos.

La noticia me llamó especialmente la atención porque en mis últimos meses en Beijing estaba sorprendido con la cantidad de coches de este modelo que veía por la calle. Sobre todo conociendo las limitaciones que existen a la importación de vehículos extranjeros, especialmente de lujo, y los altísimos aranceles que hay que pagar, del 100% del valor del coche. Si a eso le unimos el hecho de que por el cambio de moneda los precios de productos extranjeros se multiplican por diez, nos damos cuenta de que comprarse un Cayenne en China es equivalente a comprarse un Ferrari aquí. Y aun así, hay muchos. Inquietante.

Eso me inquieta sobre todo porque parece dar peso a las muchas noticias que aparecen últimamente sobre la burbuja inmobiliaria en China, especialmente en ciudades como Beijing o Shanghai, y sobre su estallido, con precios cayendo fuertemente y con tendencia a caer todavía con más fuerza.

Hace tiempo que se venía hablando de esa burbuja inmobiliaria en China, aunque yo nunca quise creerlo realmente porque me parecía que había motivos para que no se diese esta situación. La prohibición de que los extranjeros invirtieran en active inmobiliarios, la fijación gubernamental de los precios y de sus variaciones y las limitaciones a la adquisición individual me hacían pensar en un coto a la posibilidad de esa burbuja. Sin embargo, las subidas mensuales de dos dígitos y, ahora, la "prueba del Cayenne" dejan poca duda.

Al igual que ya sucedió en Shanghai hace unos años, el gobierno es realmente expeditivo en estas circunstancias. Subidas del tipo de interés, limitaciones legales a la concesión de hipotecas y prohibición de adquisición de segundas viviendas. Una verdadera trampa insalvable para el que desee vender, pero una solución sin paliativos ante una burbuja. Y es que parece que los Cayenne no engañan: cuando el número aumenta, la burbuja aprieta.

jueves, 12 de enero de 2012

Manos arriba; esto es la Aduana española

Es usted sospechoso de tener dinero. Tiene derecho a pagar en silencio y a no guardarse más dinero que pueda ser gravado luego
Cuando tú eres visitante en otro país, lo cual se presupone cuando tu estancia es inferior a 3 meses, fiscalmente nada cambia en lo que se refiere a la residencia, que es el punto de conexión que establecen casi todos los sistemas fiscales para decidir quién debe pagar y quién se puede escurrir.

Ello quiere decir que si eres residente de España deberás pagar impuestos en España estés donde estés, y lo mismo en cualquier otro territorio. El único caso que conozco que es diferente es EEUU; si tienes nacionalidad estadounidense deberás pagar impuestos estadounidenses toda tu vida independientemente de donde residas en cada momento (y en muchos casos sumando a los impuestos de tu lugar de residencia; todo un chollazo…).

Entonces, una persona residente en España tributará en España, sea cual sea su nacionalidad y esté donde esté en cada momento. Por tanto, si esa persona se va a EEUU de vacaciones se supone que también deberá tributar en España por lo que gane y (sobre todo) gaste allí. Para evitar que ello sume a los impuestos de allí, se firman acuerdos de doble imposición. Básicamente lo que suponen es que tú declaras en aduanas (en el momento de regresar a España) los impuestos estadounidenses que has pagado, te lo devuelven y luego te hacen pagar lo que correspondería por los impuestos españoles equivalentes. Al final, todo se basa en el IVA o su equivalente foráneo, ya que cuando estás de viaje lo más normal es gastar.
Sin embargo, para evitar quebraderos de cabeza en gastos pequeños y/o en cosas de uso personal no se exige este trámite, de modo que sólo lo efectúa el turista si le sale a cuenta y le apetece. Y, sinceramente, creo que ninguno de nosotros lo hemos hecho nunca aunque nos comprásemos algo fuera aunque sólo fuese por pereza.

Sin embargo, a día de hoy muchas cosas han cambiado. Y una de esas cosas es que ahora hace falta el dinero, de donde sea, como sea y del color que sea. El Estado que antes regalaba el dinero a espuertas ahora lo necesita más que el aire que respiramos. Impuestos ocultos, multas con las que ya no se hace la vista gorda, recortes... Todo es posible ahora. Y eso es precisamente lo que sucede en Aduanas.

Por experiencia personal puedo decir que ahora si recibes un paquete del extranjero (al menos si llega de China o EEUU) da igual lo que vaya dentro, su valor, que sea ropa usada o que sea tierra quemada, te va a llegar una cartita de amor de la Aduana con un sobre muy chulo y grande recordándote que tienes que hacer una declaración de valor y presentar un DUA, que es el documento en el que declaras lo que hay en el paquete y cuánto vale. Ellos te recuerdan que el paquete está en Madrid y que el DUA hay que presentarlo personalmente allí, pero si no quisieses hacer el viaje para presentar un papel (¿quién no se iría a Madrid a presentar un papel, si está ahí al lado?) ellos te ofrecen el servicio de presentarlo en tu nombre y hacerte la vida más fácil; por unos 40 euros de nada, más IVA, por supuesto. Aparte, claro, de los impuestos y derechos de aduanas que decidan que debes pagar.

Lo curioso es que si tú te envías el paquete a ti mismo porque, por ejemplo, no te caben las cosas en la maleta de 20 kilos que te permiten facturar, la situación es que tú en Correos del país que sea pagas unos 100 euros por el envío y luego, por obra y gracia de los paupérrimos bolsillos de la Hacienda española, pagas otros 40 por recibirlo. Así, by the face.

Este ánimo recaudatorio que se está mostrando en todos los ámbitos de la vida ha llegado también a la Aduana, y eso nos fastidia especialmente a los que viajamos o tenemos familiares fuera, pues ahora tenemos que pagar unos 40 euros por recibir un paquete. Y digo yo: si ya pagué unos 100 por enviarlo, ¿esto no es una forma oculta de cobrar dos veces por un mismo servicio? Sobre todo cuando durante años no fue necesario pagar nada, a no ser que hubiese sospechas fundadas de que había una transacción comercial de por medio (un contenedor completo, 20 productos iguales nuevecitos, etc). Y el caso es que me empiezo a cansar de que me den el palo.