lunes, 12 de diciembre de 2011

Que bien sienta saber que te han timado, pero con elegancia...

Hace poco leí un artículo sobre las nuevas estrategias de marketing estadounidenses. El artículo era bastante crítico con los aspectos medioambientales de situar los centros comerciales siempre lejos de los núcleos urbanos, para así crear la expectativa en el consumidor sobre eventuales gangas (“si están tan lejos y tan inaccesibles tienen que tener buenos precios”).

Pero una táctica llamó realmente mi atención por su mala uva. Consiste en invitar al consumidor a comparar el precio con otro superior. Es decir, en la etiqueta del precio dirán algo así como “30$, comparar con 45$”. Cualquier persona que crea en la bondad del ser humano y en el país de la piruleta azucarada pensará que eso supone que antes el producto costaba 45$; pero en realidad no es eso lo quiere decir: ellos sólo te han dicho que compares, tus conclusiones son responsabilidad tuya. Así ellos quedan cubiertos y tú empiezas a pensar que el producto es barato (“cuesta 30$, que es menos que 45$”). El producto nunca ha costado 45$, pero tú lo valoras por un precio cercano a esa cifra.

Pues bien, como yo soy un poco del país de la piruleta azucarada, me creí lo del artículo pero seguí confiando en que prácticas de este tipo no se aplicarían realmente más que en lugares muy específicos. Hasta que hoy mi mujer regresó de Nueva York muy orgullosa por la gran compra que había hecho en Victoria’s Secret. Aquí la etiqueta que venía pegada al bolso:
Retail prince: 30$ Comparable value: 43$. Pero qué timo...

Podéis imaginar mi asombro. El cebo había sido puesto y mi mujer había caído en él. Menudos sinvergüenzas… pero ¡con qué elegancia!

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